Hoy ha sido un día inolvidable en Pekín, dedicado a explorar algunos de los lugares más emblemáticos de la ciudad. Comenzamos nuestra jornada en la histórica Plaza de Tiananmen, un sitio lleno de significados tanto históricos como políticos. Al caminar por esta vasta explanada, no solo sentimos el peso de los eventos que aquí han ocurrido, sino también la magnitud de su importancia en la identidad nacional china.
Desde la plaza, nos dirigimos al corazón de la antigua China: la Ciudad Prohibida. Este impresionante complejo palaciego, que albergó el Palacio Imperial durante las dinastías Ming y Qing, es una verdadera joya de la arquitectura y el diseño chino. Cada edificio, cada detalle arquitectónico cuenta una historia sobre el poder y la riqueza de los emperadores que una vez residieron aquí. No es de extrañar que sea uno de los monumentos más visitados del mundo; caminar por sus patios y admirar sus estructuras inmaculadas es como dar un paso atrás en el tiempo, directamente al corazón de la historia china.
Después de sumergirnos en la majestuosidad de la Ciudad Prohibida, hicimos una visita a un centro de medicina tradicional china. Aquí, tuvimos la oportunidad de aprender sobre algunas de las prácticas ancestrales que siguen vigentes hoy en día. La medicina tradicional china es una parte integral de la cultura del país, y fue fascinante descubrir cómo estas antiguas técnicas siguen siendo utilizadas para promover la salud y el bienestar.
De regreso al hotel, hay quien tuvo la tarde libre para descansar, pero había una opción tentadora para aquellos como nosotros, que queríamos seguir explorando. Somos jóvenes y deseoso de vivir al máximo nuestro viaje en China, si tienes la oportunidad te sugerimos una visita al Palacio de Verano. Este impresionante lugar, con sus jardines y lagos, fue la residencia de verano de la familia imperial, un refugio para escapar del calor sofocante de la ciudad. Pasear por sus senderos es una experiencia relajante y enriquecedora, llena de belleza natural y arquitectónica.
Para cerrar el día con broche de oro, nos recomendaron ir a cenar el plato estrella en Pekín, el famoso pato pekinés, uno de los platos más distinguidos de la cocina china. La experiencia es mucho más que el hecho de ir a comer: el chef cortó el pato de forma tradicional delante de todos los comensales e iba enseñándonos la manera típica de disfrutarlo. El crujido de la piel y el sabor exquisito de la carne hacen de esta cena un verdadero deleite para los sentidos.
Este día en Pekín ha sido una inmersión completa en la historia, cultura y gastronomía de China. Desde la grandiosidad de la Ciudad Prohibida hasta los sabores inigualables del pato pekinés, ha sido un recorrido que nos ha permitido conocer y saborear lo mejor de esta fascinante ciudad.
¡Hasta la próxima aventura!
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